No entendemos nada

Es verdad. No entendemos nada.

Cuando creas una campaña de publicidad, de comunicación, un medio como éste, preparas una clase o haces lo que sea menester, no entiendes nada.

Preparas, planificas, buscas comportamientos, compruebas información, qué hace la competencia, un DAFO, una comprobación más, otro cálculo más, revisas saldos, dinero disponible, previsiones para los próximos meses… y ni aun así somos capaces de entender qué queréis.

Crees que un producto o un servicio lo va a petar porque sabes que hay demanda, porque tienes un plan de marketing definido, unos hitos que alcanzar, unas fechas previstas, una previsión de liquidez y muchas variables ¿controladas? Ni mucho menos, la realidad te da una bofetada o muchas.

Muchas de las bofetadas te las da la realidad económica: no tienes presupuesto, ejecutas mal algunas inversiones, otras te prometen el oro y el moro y alguien por encima de ti dice ¡Adelante!, mientras escuchas perfectamente el mono aporreando platillos en su cabeza…

Sin embargo, otras bofetadas te las da el creerte lo que viene siendo la movida del momento. Hoy son los millennials, hace veinte años éramos la Generación X, los JASP, antes incluso los trajes de hombreras con chaquetas cruzadas que vimos en tantas películas de finales de los 80, la Transición o hasta el mayo del 68. Algunas bofetadas son verdaderamente duras, como pensar que eres superior a otros simplemente por ser de una raza inventada como la aria o crees que todo son risas y felicidad porque eres un artista maldito hasta que te mata la sífilis.

¿Adónde quiero llegar?

A que las etiquetas son eso, meras etiquetas. Sí, nos permiten identificar a grupos de personas, establecer una serie de patrones en su conducta y, gracias a todos los medios que tenemos a nuestro alcance, dar con la fórmula para llegar a esos grupos de manera prácticamente instantánea. Instantánea y fácil, siguiéndoles como si fuéramos ese pedo que viene tras nosotros como recuerdo ignominioso de lo que una vez fue una vianda apetitosa.

Se nos olvida que todas las generaciones miramos con superioridad intelectual a las que vienen… y a las que se van. Que quienes no entienden el fenómeno de los millennials no entendieron a su vez a sus padres o abuelos, que quienes hoy miramos a los nuestros mayores seguimos sin entenderlos o, por decirlo de manera absoluta, que quienes pontifican/pontificamos son/somos unos atorrantes de cuidado. Porque, al final, todos salimos adelante y somos, de una manera u otra, mejores. O lo éramos.

Y, sí, a mí también me parece un pollavieja quien no es capaz de entender a los millennials, igual que me parece un pollavieja quien cree que los millennials son la solución a todos sus problemas económicos o los de su empresa sin mirar antes otras muchas cuestiones, como comprender que el Spain is different nos da una perspectiva terrible sobre lo que sucede en el mundo.

Aunque a los de mi generación siempre nos quedará ser una bacalá.

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