El sueldazo de la infanta Elena en Mapfre contrasta con la precarización de los trabajadores de la empresa

Desde que estalló el caso Nóos, que marcó para siempre la vida de Cristina de Borbón, su hermana Elena ha quedado como la hija sin contaminar del rey emérito, la trabajadora y discreta infanta que lleva una vida normal, sin escándalos ni sobresaltos judiciales. Su puesto como directora de Proyectos Sociales y Culturales de la Fundación Mapfre, que le reporta un salario nada despreciable de 170.000 euros anuales ‒según reveló recientemente la periodista Pilar Eyre en la revista Lecturas‒, le permite llevar una existencia relativamente holgada, sin apuros económicos, algo que en los tiempos que corren no pueden decir muchos españoles. Eyre contó en ese artículo cómo es el día a día de Elena, la directiva de Mapfre: “Cada mañana está en su despacho de ocho a dos. Viaja por España, Latinoamérica y Europa para mantener reuniones en tres idiomas. Y maneja un equipo de cuatro personas, ¡No es un florero, trabaja duro!”

Pero, mientras Elena cobra ese sueldazo por defender valores éticos y morales como la solidaridad, la ayuda altruista y desinteresada, la cobertura asistencial y los derechos humanos, lo cierto es que en los últimos meses la empresa que le paga ha tenido que hacer frente a un inédito plante de delegados de oficina que han sido despedidos por la vía rápida y que por lo visto no eran tratados con esa misma “ternura solidaria” en la que se fundamenta el programa de la Fundación Mapfre. Los empleados que han terminado en la calle, la mayoría de ellos contratados en calidad de autónomos, denuncian el pésimo trato que, según ellos, han recibido por parte de la actual directiva de la compañía de seguros. Tal ha sido el grado de abusos que supuestamente han sufrido que han decidido constituir una asociación de afectados bajo la denominación Liberados de Mapfre, con la que a partir de ahora tratarán de defender sus derechos laborales en los medios de comunicación y en los tribunales, como ya informó Diario16 en exclusiva.

De modo que mientras Elena de Borbón pasea el eslogan de la empresa aseguradora por todo el mundo –“personas que cuidan de personas”– una rebelión de trabajadores que se consideran “escasamente cuidados”, y hasta maltratados, se han organizado para visibilizar una situación laboral de la que jamás se habla y que queda oscurecida por las galas benéficas, las hermosas palabras y las competiciones deportivas de vela patrocinadas por la gran multinacional. “He visto de todo en esa empresa, gente que lo está pasando muy mal, compañeros que toman ansiolíticos, infartos y trabajadores que simplemente se hacen mayores y ya no pueden seguir el mismo ritmo de ventas de cuando eran jóvenes”, asegura Emilio Besada, que fue ex delegado de una oficina de Mapfre de Jerez de la Frontera durante 25 años. Los afiliados a Liberados de Mapfre aseguran que desde que la empresa se transformó de mutualidad en sociedad anónima los gestores han impuesto un agresivo sistema de organización anglosajón del trabajo que machaca a todo aquel empleado que no consigue alcanzar los objetivos marcados a final de mes. Fue implantarse el sistema americano, que premia el éxito de unos pocos y condena a muchos al fracaso ‒como corresponde al capitalismo más salvaje‒, y comenzar las presiones, las amenazas, los malos modos.

En una entrevista concedida en 2009 a la revista Mundo Mapfre, un año después de su incorporación a la empresa, la infanta Elena dijo sentirse “una privilegiada” en la compañía aseguradora y añadió que se encontraba feliz con su trabajo en la fundación: “Contribuye a que me levante cada día con unas enormes ganas de vivir y por poder ayudar a los demás”, afirmó. Sin duda, sus condiciones laborales nada tienen que ver con las de sus compañeros delegados de oficina, bastante menos dignas, según denuncian los afectados.

Tras su “cese temporal de convivencia” con Jaime de Marichalar, al que siguió el divorcio, Elena se trasladó a vivir a un piso del barrio Niño Jesús de Madrid, a escasos metros del Parque del Retiro, una casa que aunque alejada de los lujos del Palacete de Pedralbes ‒propiedad de su hermana Cristina e Iñaki Urdangarin‒, cuenta con todas las comodidades. Fue entonces cuando empezó a trabajar para la Fundación Mapfre, al frente del departamento de Acción Social, que en España se encarga de integrar en el mercado laboral a las personas con discapacidad y en Sudamérica trabaja en la educación de niños con problemas de exclusión. Las funciones de la infanta al frente de la Fundación Mapfre giran en torno a esos proyectos sociales y solidarios con personas en situación de desamparo. Así, el pasado mes de julio Elena de Borbón y Grecia visitó la localidad de Huachipa, en Perú, donde participó en un proyecto que tiene por objetivo contribuir al desarrollo educativo de niños, jóvenes y familias sin recursos en la zona, según informó la Fundación Mapfre. Elena visitó el centro de desarrollo educativo y social en la comunidad de Nievería, que la fundación regenta junto a la oenegé Cesal.

En Mapfre, la infanta dispone de despacho propio en la sede de la empresa, situada en el paseo Recoletos de Madrid, y trabaja a jornada partida. El jugoso sueldo le ha permitido mantenerse económicamente tras su divorcio con Jaime de Marichalar, aunque la educación de sus hijos María Victoria y Froilán la sufraga Juan Carlos I, que se ha hecho cargo de los gastos académicos de sus nietos.

La relación de la Familia Real con la compañía de seguros es estrecha desde hace tiempo. Precisamente el pasado verano la infanta Elena participó en la 37 edición de la Copa del Rey de vela en aguas de la bahía de Palma, competición patrocinada por Mapfre. Y en la reunión previa a la salida de la décima y penúltima etapa de la Volvo Ocean Race, entre Cardiff y Gotemburgo, el rey Juan Carlos y su hija prestaron su apoyo a la tripulación del Mapfre, patroneada por Xabi Fernández. Allí se saludaron con el presidente y el vicepresidente de la compañía, Antonio Huertas y Antonio Núñez, respectivamente. La infanta siempre ha destacado la “valiosísima” misión que empresas como Mapfre “tienen que cumplir en la mejora de la sociedad”. De momento, por lo que se desprende de las denuncias de Liberados de Mapfre, en cuestiones laborales la compañía tiene mucho que mejorar para contribuir a una sociedad más igualitaria y mejor. Que se lo pregunten si no a los empleados que se sienten maltratados y explotados por un sistema de trabajo tan brutalmente competitivo como injusto.

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