El sol se escondía ya, mortecino, y extendía su luz naranja por los tejados de Madrid cuando la escritora Luna Miguel comenzó a presentar a los jóvenes poetas que en la azotea de la Casa Encendida se reunieron para recitar algunas de sus creaciones. Así comenzaba la noche de un día de libros.
La jornada empezó con la entrega del Premio Cervantes al escritor Juan Goytisolo, que regaló un guiño a los podemitas de Pablo Iglesias. No faltó el elogio al Quijote: “Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura”, afirmó este hombre achatado por los años frente a las figuras estiradas de los reyes, que presidieron el acto.
Por delante se planteaba una tarde de libros soleada y llena de actividades en la capital del Manzanares. Centros culturales, museos, universidades, asociaciones y -por supuesto- librerías organizaron diferentes eventos para celebrar el día del libro. Pero lo importante es que la literatura asaltó la ciudad.
Aunque sea habitual en Sant Jordi en Cataluña, la costumbre de regalar rosas y libros también se está extendiendo a Madrid. Un paseo por la ciudad un 23 de abril basta para ver algunos ejemplos.
Otra de las tradiciones del día es la lectura continuada del Quijote, que se celebra cada año en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Una misa del Quijote
El acto mantuvo una atmósfera litúrgica y el silencio que precedió a las primeras palabras del Quijote subrayaba la solemnidad del rito. Goytisolo y su voz de capellán reforzaron la sensación eucarística que tenían los asistentes cuando entraron en la sala de columnas para la ocasión.
A la par que Goytisolo, una intérprete de lenguaje de signos recorría las primeras líneas del Quijote. Cerca de 30 alumnas de traducción a este idioma esperaban, “nerviosas”, para turnarse en la tarea. Noemi, Paloma, Elisabeth, Natalie y Lorena nos comentaron que acercar este acto a personas con problemas de audición es harto complicado, pues hay que “traducir del castellano antiguo al moderno, y después al lenguaje de signos”.
Después de Goytisolo comenzó el rosario de personalidades que participaron en la lectura. La lista de intervinientes estaba llena, en su mayoría, de políticos; dos de ellos fueron los encargados de relevar al escritor. Primero el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, y luego el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, se sucedieron en la lectura de la obra de Miguel de Cervantes. Ambos compartieron también el honor de ser abucheados y recibir los gritos de “fuera” y “sinvergüenza” de varios asistentes. Como la cosa iba más de políticos que de literatura, era el momento de irse al corazón de la fiesta, a las librerías.
Autores y libreros
Una de las más conocidas y longevas de Madrid es la librería Rafael Alberti, que este año celebra su 40 aniversario. “Ojalá todos los días fueran así”, nos contó Lola Larumbe, de la Alberti, al ver la tienda llena de clientes.
Muchos esperaban la llegada del escritor Manuel Vicent, que se acercó a hablar sobre su última novela, Desfile de ciervos. Se trata del cierre de una trilogía sobre la España a caballo entre el siglo XX y el XXI, en el que se reflejan las corruptelas y las fosas sépticas de la política, que salen a la luz como consecuencia de la decadencia económica generalizada.
“La palabra ‘pelotazo’ la metí yo en el mercado”, apuntó Vicent. “Era una palabra que usaban los fumeques de marihuana cuando les subía. Ese pelotazo pasó de la droga a la sensación de enriquecerse y celebrarlo en un puticlub, saludando a los amigos con una cigala en la mano”, explicó.
Como Vicent, otros autores se pasaron por diferentes librerías de la Comunidad para firmar ejemplares y charlar con los lectores sobre sus obras. Este año destacaban nombres como Espido Freire, Julio Llamazares y Ray Loriga, aunque la nómina completa era extensa.
Pero la noche que empezaba a anunciarse era también para los escritores noveles.
Poesía encendida
Después de una presentación a cargo de la joven escritora Luna Miguel, comenzaron los ladridos en los tejados de Madrid.
La Casa Encendida organizó en su azotea un maratón de lectura de poesía, protagonizado por un grupo transatlántico de autores españoles y mexicanos, que se hacen llamar Los perros románticos en honor a una obra de Roberto Bolaño. Son unos creadores que, a pesar de haber nacido en la década de los 90’, cuentan con una madurez literaria que dejó atónitos a algunos de los asistentes más mayores.
Para Luna Miguel, la poesía es amistad, es lo que les ha hecho reunirse a estos seis autores.
“La poesía es precisamente poder estar con otros, viajar, aprender cosas. La vida es más importante que la poesía, pero la poesía potencia mi vida”, nos dijo uno de ellos, el mexicano Jesús Carmona-Robles. “Para mí es una celebración”, contestó la cordobesa María Mercromina. “Al conocer a otros poetas, otros idiomas poéticos, te vas haciendo más poeta”, indicó otro de los integrantes de Los perros románticos, Cristian Piné.
La presión de ser tan jóvenes y tan exitosos –los miembros de este grupo, con veintipocos, ya tienen libros publicados– no les ha llegado, según nos aclararon. “No tenemos vértigo, pero tampoco estamos consagrados”, remarcó el mexicano Martín Rangel, quien, a diferencia de su compatriota, sí cree que la poesía es más importante que la vida.
Tras una breve charla, y con la luna ya sobre sus cabezas, estos perros se disponían a seguir su vida, que será siempre una vida de libros.
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